El cuidado de niños y niñas en el modelo económico y social vigente es insostenible, puesto que la mitad del tiempo este se delega a quienes prestan servicios de guardería, enfermería y educación, y la otra mitad a grupos de personas excluidas del mercado productivo y financiero: mujeres, mujeres pobres, mujeres inmigrantes, etcétera, que prestan servicios de trabajo doméstico (Cristina Carrasco, 2012). De manera que, sólo un grupo menor de la sociedad puede costear los servicios de cuidado, en tanto que el resto se bate en el descuido o abandono de sus seres queridos.
En la actualidad, el respaldo por parte de las empresas e instituciones públicas al cuidado de los hijos de sus trabajadores no solo gratifica a estos últimos, sino que es constitutivo de los procesos de mejora productiva que el mundo hoy proclama, a la par de una mejor calidad de vida. Al mismo tiempo, la incorporación curricular de las familias es preponderante para brindar a los estudiantes una educación integral que incorpore la afectividad y sensibilidad en el aprendizaje de los valores y de la convivencia humana. Y, a su vez, la urbanización de las ciudades precisa garantizar los espacios y tiempos óptimos para que toda comunidad local pueda brindar el cuidado necesario que cada hijo, nieto, sobrino o niña y niño vecino requiere.
Por todo ello apoyamos la implementación de herramientas que intervienen el nudo crítico que restringe el bienestar colectivo y la prosperidad de los habitantes de nuestro país: el descuido y abandono de las necesidades vitales de niñas y niños (hijos, nietos, sobrinos, vecinos) afectados por los compromisos y costumbres que sus tutores diariamente realizan.